Lolita mon chery
Ella estaba sentada bajo uno de los parasoles de aquella gran avenida. Escondía los ojos tras unas gafas de sol de montura de pasta verde, cristales oscuros. De vez en cuando movía la cabeza, en un gesto perezoso, siguiendo el pasar de alguno de los desconocidos que pasaba ante ella.
Estaba aburrida, como yo ahora.
Pero eso es lo único que teníamos en común; yo mantenía ocupada mi mirada en el grato ejercicio de repasar el movimiento de sus labios entreabiertos, entresacar la lengua rosada entre ellos, posar suavemente la piruleta en ella... Cerrar los labios y deslizarlos -quiero imaginar que cerrando los ojos- sobre la superficie de azucar cristalizado, echando la cabeza ligera, levemente, hacia atrás. Me entretenía compartiendo su placer mientras recordaba cuantas veces había deshecho, como ella ahora, piruletas en mi lengua. Recordaba el sabor dulzón indefinido con reminiscencias a fresa sintética, la saliva llenando la boca, el roce contra las busbujitas atrapadas en el azúcar...

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